martes, 22 de marzo de 2011

Introduccion

                                    PRIMERA PARTE
                                                                                                                         Lidia
Me encuentro en una cálida noche de primavera, en un parque de este pequeño pueblo llamado Cercedilla, del cual para mi desgracia tengo que pasar muchos fines de semana del  año. Pero esta noche es diferente, ¿por qué? , porque tengo a mi lado a la única persona que puede hacer que me lo pase en grande  y así que esta noche no se me haga un auténtico infierno, Cora, mi Cora, mi mejor amiga, una autentica cachonda mental, es imposible que me aburra con ella.

El parque está rodeado de una muralla de cemento, de altura más o menos por la cintura, seguida de unos grandes y altos barrotes de hierro, ahí nos encontrábamos  nosotras, sentadas encima de la muralla de cemento que está justamente al lado de la entrada al parque. 


Mirábamos pensativas a las estrellas mientras los ruidosos coches aparcaban en una amplia fila, justo delante de nosotras, ya que en el pueblo era un día especial, un día de fiesta , y la estancia estaba abarrotada de gente bailando descontroladamente al ritmo de la patética música que sonaba en el escenario improvisado.

- Mira, esa de ahí tan brillante creo que es la estrella polar, siempre la confundo con Marte que también es muy brillante, y ahí eso que parece un carrito de la compra es la osa menor- la dije ilusionada señalando una serie de estrellas mientras ella asentía sin prestar mucha atención- ¿me estas escuchando?
Se sobresaltó un poco y volvió su mirada soñadora hacia mí.

- ¿Me has estado escuchando o has pasado de mí?- repetí algo risueña al ver la mirada de mi amiga.
- No, perdón, estaba pensando en lo guay que seria, si en vez de estar aquí las dos solas estuviéramos con un par de gemelos buenorros- dijo sonriendo y con un ligero tono de emoción en su voz.
- Si- afirmé suspirando- y con un buen culo
- Muy buen culo
- ¡Demasiado buen culo!- dijimos las dos al unísono riendo a carcajadas.
Hasta que en un momento de risas, en el que habíamos vuelto a repetirlo por tercera vez consecutiva, vimos pasar una estrella fugaz y pedimos que nos cayera del cielo nuestros gemelos de “demasiado buen culo”.

Y así concluyó el resto de la noche. Entre risas descontroladas y algunos Malibus con piña, hasta que por fin encontramos a mi prima Clara envuelta en un gran grupo de pueblerinos y pudimos irnos a mi casa sin dejar de reír y hacer payasadas.

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