CORA
Alex. Llevaba todo el día pensando en Alex. Se suponía que debería estar haciendo los deberes en mi casa pero era casi imposible entre que mi perro Thor me traía su pelotita y mi hermano intentaba quitarme el portátil- mi bebé apple- para ver una serie que me había descargado. Además, el hecho de que mi cuarto estuviese al lado de la cocina no ayudaba. Yo creo que en mi casa, el cuarto más visitado es la cocina, poniéndose incluso por delante del cuarto que tenía la tele, y eso es ya decir.
Me puse de pie inquieta y recorrí mi cuarto una y otra vez con el móvil en la mano, ¿le debería llamar o no?,¿ser o no ser? Al final decidí llamar a Pablo.
-¿Si?- dijo él por la otra línea del teléfono. Parecía estar un poco abatido.
-Hola, soy Cora- dije mordiéndome una uña, cosa que nunca había hecho en mi vida.
-Ey, ¿Qué tal?- preguntó afable.
De fondo se oía el ruido de la muchedumbre hablando. Parecía estar en un bar.
-Bien, bien- le respondí- podemos quedar…ahora.
-¿Te ocurre algo?- dijo preocupado.
-No, no, que va- le respondí con aprensión- lo decía por hablar.
-Vale, pues, ¿te viene bien en la parada del 51 del otro día en…media hora?
-Genial, adiós.
Perfecto. Cogí el abrigo y salí de casa sin decir nada, cosa poco común en mí, pero llevaba el móvil por si me necesitaban para algo. Estaba a diez minutos de allí andando despacio, así que tendría tiempo de sobra. Una vez allí, solo tuve que esperar cinco minutos hasta que se presentó Pablo, ya que él también llegó antes de tiempo.
Nos saludamos y comenzamos a andar.
-¿y Lia?- me preguntó extrañado como si ella y yo fuésemos o un todo o nada. En parte tenía razón.
Me llevé la mano a la cabeza.
-¡No sé dónde tengo la cabeza!- exclamé arrepentida por haberme olvidado de ella- me he olvidado completamente de ella- ¿Y Alex?- aprobeché para matar dos pájaros de un tiro.
El chico se detuvo y por su cara hubo un rastro de dolor.
-¿Qué pasa?- dije histérica.
-Tiene…problemas personales- continuó andando y le seguí.
Por mi cabeza surgieron mil cosas. Lo primero, la muerte de un familiar suyo.
Si Lia estuviese aquí ya me hubiese pegado dos buenas tortas.
-A muerto Marcelo, su abuelo materno – me dijo con un profundo pesar, como si a él también le hubiese afectado-. Además, eso solo quiere decir una cosa, que van a traer a Niko.
Niko…Niko…¿de qué me sonaba ese nombre?
-¿Por qué dices que eso solo significa una cosa?- le pregunté confusa, sin saber qué quería decir con ello.
Pasamos al lado de un veterinario y en ese momento salió un hombre con su perro. Lo esquivamos como pudimos.
-Me encantaría decírtelo, pero no puedo- me susurró para que no lo oyese una señora que nos estaba escuchando- algún día, si pasa lo que tiene que pasar, podremos hablarlo.
Vale. Hay dos opciones. A) este chico está más pirado que mi profesora de inglés, B) me está vacilando.
Fruncí el ceño y nos limitamos a seguir andando.
-No estoy loco, mi madre me hizo pruebas- me advirtió seriamente aunque con una nota de humor en su cara, me paró y me cogió por los hombros mirándome de hito en hito- simplemente, no está en mis manos contártelo.
-Destino- me limité a decir- has dicho, si pasa lo que tiene que pasar, es decir, ¿ya está escrito, no?, ¿qué más da hablarlo ahora que en el futuro?
Me miró con picardía.
-Tú eres una listilla- me dijo sonriente.
Por primera vez me fijé en sus preciosos ojos azules. Llevaba una barba incipiente. Su nariz era saltona pero divertida y, sobretodo, tenía la cara de buena persona, siempre con una sonrisa en la cara y luz en su mirada.
Al quedarnos mirándonos fijamente, acabó por ser un momento de lo más incómodo. Nos separamos bruscamente y miramos al suelo.
Estoy segurísima que, si le contase lo que acaba de pasar a Lia, me haría el símbolo de los cuernos con las manos, moviéndolos de arriba abajo en señal de provocación. Además, que yo sepa, solo ha sido un ligero intercambio de miradas. Alex es el único que ocupa mi corazón ahora.
-Bueno, y ¿qué tal se encuentra Alex?- me preocupé- Lo estará pasando muy mal.
-Él y todos- me respondió como si fuese normal su respuesta. Este chico empezaba a intrigarme de verdad.
-¿Quiénes son todos?- le pregunté irritada por no saber nada y manteniendo una conversación por y para locos- ¿es que era también tu abuelo?
Volvió a ponerse en marcha y cruzamos un semáforo. A lo tonto, estaba alejándome muchísimo de casa.
-mira, si no me vuelves a preguntar de esto que no te puedo contar, te llevo a casa de Alex- negoció para zanjar el tema.
Esa idea no me satisfacción del todo pero me conformaba ya que había conseguido más de lo que me esperaba. Podría ver a Alex, y si me llevaba hasta su casa, podría conocer a su familia. Por otro lado, Pablo me había puesto la condición de no preguntar, pero no había dicho desde cuándo empezaba a ser válido dicho trato, aunque era lógico y se suponía que era desde ese mismo momento.
-Vale- le extendía la mano para zanjar el trato- me parece justo.
Cogimos el autobús y llegamos a la calle serrano esquina con la puerta de Alcalá. Desde el autobús hasta el portal, estuvimos andando unos diez largos minutos.
-Cora, hazme un favor, ¿quieres?- al ver que asentí con la cabeza continuó- si preguntan algo yo no te he dicho nada pero, sobre todo, diles que me has sobornado o…si lo prefieres, pégame y diles que me has secuestrado- bromeó.
Me reí de su ocurrencia. Acto seguido abrió el portal con una llave. No me sorprendió el hecho de que tuviese una llave, sería uno más de la familia, como lo era Lia en la mía. Una vez en la puerta de la casa, llamó al timbre. Me puse un poco nerviosa, ¿qué estaba haciendo?, a penas los conocía y allí estaba, plantada ante la puerta del chico que me gustaba, junto con su mejor amigo.
La abrió un señor, de unos cuarenta años que tenía aspecto entre militar y médico. Su pelo pelirrojo estaba cuidadosamente rapado, ya sabía de dónde había sacado Alex su buen cuerpo, sus anchas espaldas y su gran porte.
-Hola Pablo- le saludó, cuando me vio frunció el ceño extrañado pero al momento relajó su expresión en la cara- hola, pasad.
-Milo, esta es Cora- dijo Pablo señalándome- Cora, este es Milo, el padre de Alex.
Nos dimos dos besos y después, Pablo me cogió del brazo cuidadosamente y me condujo a través de un salón, al final había un pasillo que conducía hacia diferentes cuartos, Pablo se detuvo en el último y llamó a la puerta.
-Pasa- dijo simplemente.
¿Qué hacía yo allí? Pasamos y Alex no se dio cuenta de que yo también había llegado, estaba sentado en un lateral de la cama tocando la guitarra, era una melodía que me sonaba pero no sabría decir por qué.
-Hola, Alex- me limité a decir.
Dejó de tocar la guitarra y levantó la mirada para posarla sobre mí, luego esbozó una suave sonrisa y yo le correspondí.
-hola, Cora, ¿qué tal, qué haces aquí?- preguntó levantándose de la cama y dejando a un lado la guitarra para acercarse a mí y darme un abrazo en forma de saludo y a continuación saludar a su amigo.
Me quedé contemplando la habitación, las paredes estaban pintadas de un color hueso que parecía muy clarito cuando le daba la luz que entraba por el balcón. Al lado de la puerta, en el suelo había un puff verde muy parecido al que tiene Lia en su cuarto. Algún día tendré un puff como ese.
La habitación era bastante grande, al fondo, justo al lado del balcón estaba la cama, bastante grande por cierto, el edredón era del mismo color que el del puff. A los pies de la cama se encontraba un escritorio con un ordenador y varios papeles desperdigados y, junto a él, una estantería repleta de libros. Al otro lado de la habitación había un amplio armario y una ps3 enchufada a una televisión de último modelo y, junta a esta, una pequeña colección de guitarras eléctricas de diferentes modelos y colores. Después de contemplar la habitación, posé la mirada en su dueño, el cual parecía afectado, pero hizo como si no pasase nada. Creo que se pensaba que no me sabía lo de su abuelo.
-¿Dónde está el servicio?- pregunté rápidamente.
Supuse que necesitarían un momento para hablar solos. Quizás Pablo aprovecharía el momento para decírselo. Este me señaló una puerta que había dentro de la habitación. Me sentí un poco observada cuando fui hasta allí. Cerré la puerta e hice algo que no debía, pegar la oreja a la puerta para cotillear. ¿desde cuándo hacía yo eso?
-Tío, le he contado lo de tu abuelo- le susurró Pablo a Alex- es que es muy lista.
Me eché aliento en las uñas y luego las rocé contra la camisa, pensando en broma: “lo sé”.
-No, no debe de saber nada, la podemos poner en peligro- le murmuró irritado a su amigo- una vez muerto mi abuelo, ya sabes que Niko tiene que venir. Además, con la pérdida del rey, nuestro mundo ya no está seguro, y menos este en el que estamos viviendo ahora.
Su abuelo era rey. Eso sí que es una noticia pero tiene que ser de un país muy lejano pero, ¿por qué lo llaman su mundo?
-No deberíamos habernos hecho amigos de ellas- continuó Alex, afectado.
Esa frase me rompió de algún modo el corazón. No éramos nada pero…me había hecho ilusión…pensé que algún día podríamos llegar a ser algo más. No quería seguir escuchando, así que hice que me lavaba las manos y salí, intentando fingir lo mejor que pude, evitando que se me cayese una lágrima que amenazaba con salir.
Iba a decir cualquier excusa para irme cuando mi móvil empezó a sonar.
Salvada por la campana. Era mi madre.
-¿Si?- pregunté ansiosa de que me dijese que volviese a casa.
-Cora, ¿dónde estás?- me preguntó más tranquila de lo que me esperaba- son las ocho y media, ¿cuándo vas a volver?¿y porque te has ido sin decir nada?
-¿Tengo que ir a casa?, vale, pues ya voy para allá, adiós- colgué evitando que me hiciese un cuestionario.
Los dos chicos se levantaron. Supongo que sería para acompañarme hasta la parada.
-Me voy- dije evitando poner la voz triste-adiós.
-Espera, que te acompañamos- se ofreció Alex con una sonrisa ¿será falso?
-No- este no, no fue un no pero si, sino más bien un no rotundo.
Pablo y Alex se quedaron extrañados por mi repentino cambio de humor. Antes de salir de la habitación, me fijé en que se miraron entre ellos. En un momento estuve fuera de la casa, supuse que en seguida saldrían detrás de mí para ver lo que me había pasado, así que corrí hacia la dirección contraria del autobús, dándoles esquinazo. Me quedé observando cómo se fueron corriendo hacia el otro lado.
Me vino una sensación de triunfo al pensar que les había despistado pero al poco tiempo me afligí por la frase que me acababa de decir, me sentía angustiada y disgustada. Me metí por una calle que parecía ser la principal, paré a un par de personas para pedirles que me dijesen dónde estaba la boca del metro. Todas las respuestas eran las mismas, “está un poco lejos andando, sigue todo recto, al final de esta calle”.
Me senté un momento en un banco y se me escapó una lágrima que me sequé antes de que pudiese deslizarse por mi mejilla.
-¿Estás bien?- me preguntó un tío que pasaba por la calle.
Tendría aproximadamente unos veintitantos años. Su pelo era azabache y muy rizado. Toda su vestimenta era negra, parecía un auténtico pringao, pero de esos que dan pena.
-No te preocupes estoy bien- le murmuré cuando una nueva lágrima se deslizó por mi mejilla fugazmente. Volví a secármela ya que odiaba que me viesen llorando.-Gracias.
Me levanté y continué andando en la dirección que me habían dicho y ya de paso ver si había algún bar cercano por si tenía que correr hacia allí.
-Perdona- me dijo agarrándome del brazo y acto seguido puso una sonrisa forzada. Por la cara que debí de poner fue suficiente para que me soltase al acto- permíteme que me presente, soy Matt, es que te he visto muy perdida preguntando por el metro, el metro está a diez minutos de aquí andando rápido, yo en cambio, te puedo llevar- dijo señalando el coche. Me sonó a la típica historia que cuentan los padres a los niños: si te ofrecen un caramelo por la calle, no te lo tomes, pero claro, estaba tan enfadada y a la vez triste que no fui consciente de que lo más sensato sería negarme.
-Vale…gracias.
Sin darme cuenta, su cara se ensombrenció durante un leve segundo junto a una sonrisa extraña. Nos acercamos hasta el coche y yo abrí la puerta del copiloto.
-Cora, espera- gritó una voz conocida. Era Alex- ¿qué haces?
Corrió hasta donde estaba yo, le faltaba el aliento de haber estado corriendo durante un buen rato y se apoyó sobre sus rodillas.
-Irme a casa- dije con dureza- ¿qué quieres que haga sino?
Negó con la cabeza y me sacó del coche. Me cogió del brazo, pero esta vez no eché ninguna mirada asesina y me llevó al banco que poco antes había estado sentada.
-¿Se te ha ido la cabeza?- me preguntó angustiado- primero te vas de mi casa, espera, corrijo, te escapas de mi escasa y luego estás a punto de subirte en el coche de un tío raro mientras Pablo y yo nos matamos a buscarte.
Y cómo es que me había encontrado. Pero eso ahora no importaba, lo que me fastidiaba es que había sido lo suficientemente egoísta como para haberme ido sin despedirme de Pablo.
Me enfuruñé sin contestar, dándole la espalda. Noté que cuando había llegado Alex, Matt se había puesto demasiado nervioso, incluso se había puesto unas gafas de sol y…ya se había ido el sol y puesto la luna.
-Por favor, no te subas al coche- me susurró Alex mirándome con esos ojos verdes tan intensos.
Entre que me había medio hechizado y que me dio mal rollo Matt, asentí débilmente. Alex me lo agradeció dándome un beso en la mejilla. ¡Súper dulce!
Le agradecí de todas formas por su ofrecimiento a Matt. Si Alex pudiese asesinar con la mirada, probablemente Matt ya estaría medio muerto.
Fuimos en dirección contraria a la que había estado andando todo el rato hasta ahora. En mitad del que camino, Alex llamó a Pablo para informarle de que ya me había encontrado, como si fuese una niña pequeña, yo creo que ya era bastante mayorcita.
-Eres una inconsciente- me regañó. Sabía que tenía razón pero me daba igual.
Una nueva lágrima surcó mis mejillas. Se paró en seco y me abrazó. El corazón me empezó a palpitar a cien por hora.
-Oíste lo que dijimos, ¿verdad?- me susurró pasando su mano por mi espalda para calmarme.
Mi respuesta fue un leve lloriqueo, no comprendía por qué me había afectado tanto.
-Lo siento tanto- dijo angustiado- no lo pensaba en serio, lo estaba pasando tan mal y han pasado tantas cosas que no pienso lo que digo, lo siento, en serio, no quería decirlo, además, lo dije porque en un futuro no muy lejano, si sigues siendo mi amiga, podría ocurrirte algo.
Quería gritarle: Yo no quiero ser tu amiga, yo quiero ser…algo más. Pero no tenía valor para decírselo.
-Pero, ¿por qué?, ¿acaso eres de alcohólicos anónimos o qué?- bromeé.
Se separó ligeramente de mí pero aun así seguimos pegados de nuevo nos fuimos acercándonos y...
-Tíos- nos interrumpió Pablo- llevo todo el rato buscándos, Uy, ¿interrumpía algo?- se interrumpió él mismo
Alex y yo nos separamos mirando a Pablo con cara de odio, me acompañaron hasta la parada del autobús, casi no hablamos por el camino pero justo antes de que llegase el autobús, me aventuré y le robé un leve beso a Alex. El se limitó a entrecerrar los ojos y regalarme una de sus preciosas sonrisas. Una vez puesto el autobús en marcha, saqué el móvil y llamé a Lia.