sábado, 7 de mayo de 2011

CAPITULO 12

                                                                                                                          CORA
Al final Lia y Niko se fueron por su cuenta. Menos mal que me criticó cuando yo la estuve parte de la noche y durante varias horas de las clases hablándole de Alex.
-En qué piensas- me preguntó Alex con una hermosa sonrisa.

Me cogió de la mano mientras íbamos caminando por la calle. Este gesto me hizo muy feliz y se me llenaron el estómago de mariposas, incluso podría asegurar, que podría despegarme del suelo y volar, siempre y cuando estuviese con él.
-Me encanta que Niko y Lia hallan conectado desde el principio- le aseguré dándole un pequeño apretujón en las manos- como nosotros.
Le sonreí y le di un beso en la mejilla.

Todo era perfecto, el sol brillaba en todo su esplendor en un día de pleno invierno, casi podría asegurar que hacía calor y, sobretodo, estaba con Alex, que era lo más importante. Decidimos comer en cualquier sitio que llegase a nuestros presupuestos. Nos dieron una mesa para dos en una esquinita, y me puse muy nerviosa pero alegre a la vez.
-Bueno, ya estamos aquí- le dije cogiendo la carta- ¿qué es lo que vas a tomar?
Alex cogió la carta y estuvo revisando con tranquilidad. Al final nos pedimos muchísimos platos para compartir. Era más feliz que una perdiz.
-Alex, si te pido un favor, ¿me lo concederás?- le pregunté poniéndole cara de penita y morritos- por favor.
-Si me miras con esa carita de corderito degollado…- dijo arrastrando las palabras y hechizándome con sus ojos verde- no.
Le tiré la servilleta en broma y nos reímos juntos, luego asintió.
-Se que ocurre algo, algo que queréis ocultar- le dije seriamente- perdona, como bien sabes os estuve escuchando el otro día a Pablo y a ti. Por favor, cuéntame que ocurre, se guardar un secreto.

Él se puso repentinamente serio y se estiró en su sitio, carraspeando con la voz.
-Lo ves, lo sabía- le acusé señalándole y con voz de triunfo.
Se pasó las manos por la cabeza y luego se los llevo a los ojos.
-De acuerdo- me dijo con los dedos en el puente de la nariz- te lo contaré, pero no ahora en un sitio público.
Me abalancé sobre él y le abracé con todas mis fuerzas. Después, me separé y le dediqué la mejor sonrisa que sabía hacer.
-Hay una condición- me dijo- no debe saberlo nadie. Ni siquiera Lia- apuntó para asegurarse que hiciese excepciones en mi mente- tendrás que darme tu palabra de honor.
Suspiré. Nunca había tenido un secreto con ella, siempre la contaba todo. Esto haría que nos separase un poco. Tendría que decidir entre dar mi palabra y enterarme de lo que pasaba, acercándome un poco más a Alex y alejándome un poco más de mi amiga o no querer saber nada y seguir como siempre.
Bueno, de aquí a la noche había tiempo para decidirme así que decidí disfrutar de la velada con Alex.
-No sé si voy a ser capaz de mantener un secreto sin que lo sepa Lia- me sinceré bebiendo un poco de coca cola que había traído el camarero- ya sabes, nos lo contamos todo. Pero todo todo todo…todo, además, no se mentir, seguro que ella lo nota y acaba sonsacándomelo, siempre lo consigue cuando se empeña en algo.

En ese momento llegó el camarero con una deliciosa quesadilla y una ensalada cesar. Nos abalanzamos los dos en plan de broma.
-Bueno, ¿qué te parece nuestra música?- me preguntó curioso.
-No está mal- dije simplemente.
Se quedó con cara de sorprendido. Por lo poco que había visto y oído, cuando ellos tocaban animaban el ambiente hasta niveles desorbitados, pero, había algo que les faltaba, una chispilla.
-Venga, dilo, lo estás deseando- me animó señalándome con el tenedor.
Me entró la risa tonta.
-Honestamente, excepto el encanto y la seducción, parece que pasamos por alto todo vuestro potencial- critiqué sin muchos miramientos- parece como si os faltase sentimiento. Eso es todo.
Bajé la mirada, avergonzada por haber dicho lo que pensaba…siempre me pasaba lo mismo, no podía meter boca en paladar delante de la gente que tenía confianza. Me cogió la barbilla y me la levantó.
-Gracias- dijo sinceramente- eres la única que has hecho una crítica constructiva. La verdad es que últimamente no estamos al cien por cien. Espero que desde que echamos a Arturo y con la llegada de Niko logremos mejorar, hemos estado como en una especie bache.

Le sonreí y seguimos comiendo. La comida se pasó rápida y al final tomamos un batido de fresa compartido. Alex quiso pagar la comida pero no se lo consentí, yo también quería pagar mi parte de la comida. Al final desistió porque a pesada no me ganaba nadie. Decidimos seguir en nuestro mundo happy, dando vueltas cogidos de la mano. Al final se hizo de noche y nos fuimos hasta un parque donde nos sentamos en los columpios.
-¿Me lo dices?- le pregunté mirando a los alrededores para asegurarme de que no hubiese nadie a los alrededores - me refiero a eso que no puede saber nadie.
Se volvió a poner tenso, como en la comida.
A lo mejor es que me estaba poniendo un poco pesadita, quizá no debería forzarle a hacer nada que él no quisiese. Además, ¿esa era mi elección?, saber el secreto y ocultárselo a mi mejor amiga.
-Perdona- me disculpé casi al segundo- lo siento, de verdad, no quiero forzarte a decirme nada que no quieras, no volveré a preguntártelo.
Él se empezó a columpiar y cada vez iba más rápido.
-Venga, colúmpiate conmigo- dijo sonriente como si fuese un niño.

Me animé con él, estiré las piernas y las contraje, así todo el rato. Fue divertido, nos mantuvimos así durante unos minutos y luego el saltó, cayendo sentado en la arena. Yo le imité y quedamos muy próximos. No me di cuenta de lo especial que era esa noche hasta ese mismo momento. Encima de nosotros la luna estaba totalmente llena y corría una suave brisa. Me entró un escalofrío. Alex debió darse cuenta cuando se quitó su sudadera y me la dio a mí, me entró una risa tonta y me lo puse, era como si a una niña le hubiese dado una piruleta su héroe favorito. Entonces, fue cuando yo me fijé en sus intensos ojos verdes y él en los míos. Era una sensación indescriptible y mágica. Parecía que había una música relajante de fondo sin haberla. Nuestros cuerpos se acercaban y nuestros ojos se cerraron, entonces, ocurrió. Nos dimos nuestro primer beso de amor verdadero. Sus labios se movían compenetrados con los míos y hubiese dado cualquier cosa para que ese momento jamás cesase. Nos separamos y nos sorprendimos de lo satisfactorio que fue.
-Guao- dije simplemente.

En ese momento pasaron un grupo de chicos y se rieron. Lo habían observado todo. Me tapé la cara contra sus pectorales mientras oía como él se reía junto con los otros chicos. ¡Qué vergüenza!
Cuando los chicos se fueron íbamos a proseguir cuando el móvil me sonó. ¿es que todo el mundo estaba en contra de nosotros?
-¿Sí?- contesté con rabia mientras Alex se seguía riendo.
-pero ¿dónde estás?- dijo cabreada mi madre. Nunca me iba por ahí los días entre semana, al menos que fuese con Lia- y no me mientas que he llamado a casa de Lidia y me han dicho que no estás.
Mierda, me han pillado. Me la voy a cargar. De fondo se oía a mi hermano, histérico porque no estaba en casa. Juan era súper protector conmigo y convencía a mis padres para que no me dejasen hacer nada.
-Mamá, estoy con un chico- me sinceré. Supe que estaría condenada desde ese momento a cadena perpetua en mi cuarto- se llama Alex.
-¿a partir de ahora vas a quedar todos los días?- me preguntó- ¿cuándo estudias?, porque te recuerdo que este año es el más duro del colegio y tienes que aprobar selectividad…Jan, ¿te puedes callar?- le dijo mi madre a mi hermano que estaba incordiando.
Miré a Alex que me miraba con cara de no saber que pasaba.
-De acuerdo, ya voy para allá- dije resignada- adiós- colgué el teléfono.
Me sorprendió el hecho de que le hubiese dicho lo de que estoy con un chico y no me haya regañado. En fin, quizá lo hizo para encubrirme porque estaba mi hermano delante.
-Te tienes que ir- afirmó Alex un poco triste- venga, que te acompaño.

El parque en el que estábamos se encontraba a dos minutos de mi casa andando. Cuando llegamos al portal me quité la sudadera y se la di.
-Te la puedes quedar y me la das mañana- me aseguró. Era un delito devolvérsela ya que la camiseta le marcaba los pectorales y la sudadera taparía su hermosa figura.
-Gracias, pero me da miedo subir a casa con la sudadera de un chico- le confesé entre avergonzada y llena de rabia ya que me hacía ilusión tenerla, aunque fuese una noche. Por lo menos, me conformé con que algo de su aroma se me había pegado a mí.
Antes de llamar al telefonillo, se acercó lentamente hacía mí y me cogió el rostro entre sus manos. Me dio un beso intenso y cuando se separó me regaló una de sus sonrisas. No pude describir cómo me sentía, fue como si solo existiésemos él y yo, cómo si todo dependiese de ese beso. Simplemente, increíble.

Me separé de él a desgana y llamé al tercero sin perder de vista su mirada intensa.
Como siempre, se oía a mi perro ladrando de fondo como si él fuese quien contestase y dije “zrabadaluuusa”. Como de costumbre contesté algo anormal y me abrieron. Comencé a subir las escaleras y nos perdimos de vista.

Cuando ya iba por el primero, me saltó a la vista el chico rarito del otro día, Matt, y nos quedamos fijamente mirándonos. Tenía una mirada siniestra y me hizo el símbolo de callarme.

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