sábado, 7 de mayo de 2011

CAPITULO 13

                                                                                                                               NIKO
Lia estaba siendo un misterio para mí, generalmente, con las demás chicas, ya me hubiese lanzado a liarme con ellas pero, Lia era especial, tenía algo único, así que no quise estropearlo.
-Yo no creo en el amor- me confesé mirándola de hito en hito- solo traen problemas.

Logré, por fin, que despejase la mirada de esa pareja y la posara en mí, interesada. Parecía bastante afligida.
-Hubo una vez que yo sí creí en el- dijo afectada poniendo las manos en un puño.
Me di cuenta de lo importante que llegó a ser para ella esa relación, la debieron de hacer mucho daño.
-Si quieres me lo puedes contar- la animé cogiéndola de la mano.
Fijó su mirada en nuestras manos y luego le saltó una lágrima. Me levanté de mi sitio y me puse a su lado para estar más cercanos. Nunca había hecho esto con una chica con pensamientos castos. Se echó sobre mí y se puso a llorar. Una vez que paró, se reincorporó.
-De acuerdo, te lo contaré- me dijo.
Una lágrima, corría fugaz por su mejilla, así que se la sequé con mi manga.
-Pues hace un año conocí a un chico, lo típico, primero se hizo pasar por mi amigo- dijo con rabia posando su mirada en la lejanía- pero claro, luego quiso pasar a algo más, tú ya me entiendes. Yo en ese momento no estaba preparada así que se enfadó mucho conmigo- a partir de ahí la voz la empezó a temblar- y claro, cómo no, luego me enteré a través de Cora, que había hecho una apuesta con sus amigos…solo era eso, una apuesta.

No sé por qué, me dieron ganas de pedirle el nombre de ese tío y pegarle una paliza pero preferí mantener la compostura.
-Hay que ser imbécil para no saber apreciar lo mucho que hay en ti- la dije muy en serio- incluso yo, que soy un corto de miras, lo he visto a la primera.
Ella me sonrió y se secó del todo las lágrimas. 

Decidimos pedir la cuenta. Por supuesto, yo pagué la comida. Pagué en metálico, ya que no quería, de momento, que supiese que tenía una tarjeta de crédito. En Italia, las chicas se me acercaban por tres motivos, por la popularidad, por que disponía de mucho dinero y porque era guapo. Esta vez, quería ganarme la amistad de Lia por mí mismo y no por lo que tenía.
-Dejemos los problemas para otro día- me sugirió- ¿qué te apetece hacer a ti?
En ese momento me empezó a doler mucho la señal y no pude evitar llevarme la mano al tobillo.
-¿Te ocurre algo?- me preguntó mi acompañante muy preocupada.
Me apoyé sobre ella y me ayudo a ir hasta un banco. Me quité la deportiva y luego el calcetín, tenía muy mala pinta, estaba excesivamente rojizo e hinchado.
-Tranquila, no pasa nada, me lo hice en Italia- la mentí, fingiendo que era un tatuaje, ya que realmente lo parecía.
-Tenemos que ir a un hospital- me urgió histérica- parece muy grave. En serio, pedimos un taxi y vamos.

No podía ir a un hospital, odiaba los hospitales y a los médicos, además, esto se suponía que era algo sobrenatural, ¿cómo me lo iban a curar? Lo que más me dolía del asunto es no poder decirla la verdad y tener que mentirla, parecía poder guardar un buen secreto pero qué la iba a decir: Mi familia es rarita, tienen poderes sobrenaturales y yo los acabo de heredar. ¡Ah, antes de que te vayas de aquí aterrorizada o pensando que estoy más pirado que Pocholo, no te olvides no decírselo a nadie! Por dios era ridículo.
-Estoy bien, de verdad, ya me encuentro mejor- la volví a mentir en contra de mi voluntad- hazme caso, se me pasará en unos días.

Noté que se quedó un poco preocupada por mí, al momento me llamaron por el teléfono. Mientras hablaba Lia me dijo que se iba a una farmacia a por tiritas.
Me llamó un colega de Italia.
-Ey, tío, ya me ha dicho Stella que estás en España- me dijo emocionado- ¡qué pasada! Y…lo del accidente- dijo más respetuoso-¿qué tal te encuentras?
¡Qué rápido corren los rumores!
-Bien- dije mirándome la señal- no sé cómo he tenido tanta suerte, me llegaron a decir que me quedaría en sillas de ruedas y casi he salido ileso.
Excepto, por la señal, pero eso no lo produjo el accidente, ya que mi familia de aquí lo tenían todos.
-Me alegro, oye, me ha dicho tu abuela que te diga que Toni te ha comprado unas entradas de los Black eyed peas en concierto- dijo todo emocionado- me lo acaba de decir y me ha dicho que no le daba tiempo a llamarte ya que está en una reunión muy importante.
Casi estallo de emoción al oírlo y podía sentir que el dolor de la herida se ponía en segundo plano.
-¿a dónde tengo que ir? ¿A qué hora es?- le pregunté a toda prisa inquieto- ¿me ha comprado otra para que me acompañe alguien?
Mi amigo se rió.
-solo me ha dicho que es en el palacio de los deportes, dentro de una hora de allí y que te ha comprado otra para tu hermano, para que os vayáis conociendo, ya sabes…
-Gracias, tío, luego te llamo- y le colgué rápidamente.
Lia cruzaba el semáforo mientras yo me ponía el calcetín y la deportiva.
-Corre, llévame al palacio de los deportes.- la dije cogiendo lo que había comprado y metiéndolo dentro de su mochila- rápido.
Ella se extrañó pero no hizo preguntas, eso es lo que me gustaba de ella, que confiaba en mí.


 Nos metimos en la boca de metro y me dejé guiar por ella. Hicimos unas cuantos trasbordos mientras hablábamos de cosas banales. Al llegar allí había un revuelo de gente impresionante.
-Llévame a la sección vip- apremié.
Siempre que mi tío me regalaba unas entradas de un concierto las dejaba a mi nombre en la sección vip.
-No vamos a poder entrar, es un concierto, además son los Black Eyed Peas los que actuan y las entradas se acabaron hace mucho.
-Tú llévame hasta allí- dije poniéndola la mejor de mis sonrisas- hazme caso.
-Está bien- accedió con una resignación de santa- no sé lo que pretendes pero bueno.
Todas las colas de espera para entrar en el recinto estaban abarrotadas, pero en la cola vip no tuvimos que esperar mucho. Cuando llegamos al señor que dejaba pasar le di mi nombre y miró en una de sus listas. Le dije que Lia era mi acompañante y nos dejó pasar.
-¡No me lo puedo creer!- gritó Lia por encima del barullo- en la zona vip,…¡me encantan los Black Eyed peas!
Se había sorprendido tanto como yo. Gracias Toni, gracias, gracias.

Al final nos colocamos en nuestros sitios, las vistas eran inmejorables, la compañía perfecta y solo con ver el ambiente entraba una pequeña sensación de subidón. Una chica delante con aspecto extravagante tenía un megáfono.
-¿me prestas el megáfono un momento?- la pregunté.
La chica primero me observó y luego al final accedió asintiendo con la mirada.
-¿Qué vas a hacer?- me preguntó Lia, curiosa.
-Ya verás- encendí el megáfono y hablé al público- ¿quién se anima a hacer la ola?, venga, a la de tres, dos, uno, ¡ya!

 Al principio solo hicimos la ola unos cuantos pero luego lo intentamos otra vez y se animaron más gente. A la tercera fue la vencida y conseguimos hacer la ola todos los que estuvimos allí de una forma compenetrada. Fue una pasada.
El concierto comenzó y la música estaba a tope. A pesar de que en la zona vip teníamos asientos, nos levantamos como locos y empezamos a bailar, saltar…el descontrol era total. Con el exatsis del concierto ni le presté atención al tobillo. A pesar de la oscuridad y las luces que iban y venían me paré en seco y observé cómo bailaba Lia, con las manos arriba y moviendo el cuerpo sensualmente. De vez en cuando se pasaba las manos por su larga melena castaña con los ojos cerrados sintiendo la música, dejé de mirar y dejé que la música me envolviese a mí también, saltando y descargando la energía.

El concierto terminó y los cantantes se despidieron.
-Otraaaa, Otraaaaaa- gritaba el público- Otraaa
Los cantantes accedieron y nos cantaron una canción extra de nuevo. Una vez terminada se encendieron las luces generales y salimos todos a la calle. Ya era de noche.
-Dios mío, ha sido una pasada- dijo Lia entusiasmada- ¿cómo las has conseguido?
-Ya ves, un regalo de mi tío- le dije orgulloso- oye, te acompaño hasta tu casa y no voy a aceptar un no como respuestas. Además, no soy un niño pequeño, puedo llegar a casa perfectamente.
Ella dudó un poco pero luego aceptó con la cabeza. Fuimos tarareando canciones suyas durante todo el trayecto, dándonos igual las miradas indiscretas de los que iban en el vagón. Así estuvimos hasta llegar al portal de Lia.

-Ya hemos llegado, me lo he pasado genial- me aseguró ella mirándome con sus preciosos ojos pardos- de verdad, esto te lo recompensaré algún día.
-No hace falta- la dije dándoles dos besos en la mejilla.
Me gustaría besarla en la boca, pero eso ya sería demasiado así que me contuve. Saqué el móvil y vi unas cincuenta mil llamadas de Alex y mis padres. Mi amiga también conectó el móvil y también tenía unos cuantos de sus padres.
-Me van a matar- me dijo preocupada.
-Sube, no te preocupes por mí, no creo que me pase nada- la aseguré con una sonrisa.
Dudó un poco pero luego abrió el portal, cuando yo me puse en marcha de vuelta a casa ella volvió a aparecer y me dio un beso en la mejilla seguido de un fuerte abrazo, después se rió nerviosa y desapareció por el portal.

Me quedé embobado durante un rato y luego decidí retomar mi camino hacia el metro.

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