miércoles, 1 de junio de 2011

CAPITULO 18

                                                                                                                                LIDIA
A pesar de lo enfadada que estaba no pude soportar el ignorar que estuviese herido y no hacer nada. Pablo y Alex lo cargaban de los hombros, entonces  quité a Pablo y me puse en su lugar.

-¿Qué haces aquí?- me preguntó Niko sorprendido- ¿No me odiabas?
Parecía un poco sorprendido e incluso, yo también me sorprendí.
-Y te odio- le dije simplemente mirando la sangre que le salía a través del calcetín-
Nos fuimos directamente hacia el salón y lo tumbamos en el sofá. Cora iba a limpiarle la herida pero le arrebaté el paquete que tenía todo lo imprescindible para limpiar una herida.
-Mejor, dejémosles solos- murmuró Cora a los demás- voy a ayudaros a instalaros.
-No- grité en vano- no os vayais, no nos dejeis solos.
Pero no me hicieron caso. Cogí un cojín y se lo puse detrás de la cabeza.
-¿Esta es tu forma de demostrarme tu amor?- me dijo con una sonrisa irritante.
No le contesté. Jamás me enamoraría de él. Solo era un egocéntrico mierdoso que olía excelentemente bien.

Le quité el calcetín del pie herido con mala leche a modo de respuesta. Él contrajo la cara del dolor y al momento me arrepentí pero no di muestras de arrepentimiento.
La herida era un poco profunda y tenía una ramita clavada. Me dio un poco grima pero tuve suficientemente fuerza para quedarme. Puse otro cojín debajo de su pie, me arrodillé a su lado y observé la herida, le saqué la ramita y empezó a salir más sangre de lo que había previsto. Lo tapé con una toalla y luego la curé. Después, se la vendé. Cuando llegué a la zona del tobillo no pude evitar clavar la mirada en él. Allí tenía él el tatuaje, lo observé tranquilamente y me di cuenta que ponía una letra en cada pico de la espiral. C.L.A.N. Debía de ser una secta o algo así.
-¿Por qué haces esto por mí?- me preguntó mirándome.

Durante toda la cura, no había despegado la mirada de mí y eso no me molestó en absoluto. Me gustaba. Terminé de vendarle. Iba a irme cuando él me aprisionó la mano y tiró fuerte mente hacia él. Yo me precipité sobre sus pectorales y estuvimos totalmente en contacto y esa sensación me gusto enormemente. Sus labios y los míos lo separaban dos escasos centímetros. Incluso, podía sentir su aliento cálido sobre mí cara y cómo su respiración, junto a la mía, se empezaba a agitar.
Nos quedamos callados, mirándonos y hechizándonos mutuamente.
-Suéltame- susurré con poca fuerza y convención.
-De acuerdo- dijo con una maravillosa sonrisa.

Me soltó lentamente, ya no estaba prisionera. Para mi sorpresa, me quedé encima suyo. Él me iba a dar un beso en la boca cuando le detuve en contra de mi voluntad. Entonces, se acercó otra vez y me besó lentamente en el cuello. Su aliento caliente recorría mi cuello haciéndome cosquillas, a continuación me dio un lento y prolongado beso detrás de la oreja, cerré los ojos de placer pero mi conciencia me recordó que odiaba a ese chico. Le separé de mí, odiándome por hacerlo y me fui de la habitación dejándolo solo. Cuando me fui a mi cuarto, me tumbé en la cama y sonreí, sonreí con todas mis fuerzas hasta no poder más.

Más o menos cuando ya estaba despuntando el sol hacia la madrugada, llamaron al telefonillo. Cora y yo nos levantamos y salimos al pasillo. Todos los chicos estaban en la casa, e incluso Niko. Me guiñó un ojo y yo me di la vuelta en dirección de mi amiga, ella preguntó quién era y al oír la contestación se le palideció toda la cara.
-Corred todos, escondeos, son mis padres- dijo desesperada- escondeos en el armario grande.
-Pero qué dices, no cabemos- se quejó Isi.
-Me da igual, meteos- ordenó Cora desesperada.
Entre las dos les ayudamos a meterse y yo presté especial cuidado con Niko, antes de cerrar, Cora y Alex se dieron un fugaz beso, no sé por qué pero me hubiese gustado hacer lo mismo con Niko.
-A mi no me vas a besar- me dijo Niko desvergonzadamente.
Cerré la puerta de un portazo y casi le pillo sus preciosos labios, dentro se escuchó la risa generalizada de los chicos.
En ese momento llegaron los padres de Cora con Thor. El perro nos saludó fervientemente y luego se dirigió directamente al armario y empezó lloriquear porque quería entrar, yo disimulé poniéndome pegada al armario.
-¿Qué haceis aquí?- preguntó Cora disimulando bastante bien.
Pasaron con unas bolsas llenas de comida y se dirigieron hacia la cocina.
-Os hemos traído algo de comida y ya de paso que Thor pase unos días en la sierra- dijo Jorge volviendo a salir hacia el coche, Isabel, la madre de Cora, nos dio un beso a cada una.
-¿Para qué habéis usado tantas camas?- preguntó extrañada al ver las comas de los chicos revueltas.
Cora y yo nos miramos dubitativas.
-No estábamos cómodas en unas y nos fuimos a otras, ahora íbamos colocarlas bien.
Jorge volvió a entrar con las últimas bolsas de comidas.
En el armario se oyó como un estornudo y yo me puse a toser ruidosamente.
-¿no lo habeis oído?- preguntó Jorge extrañado- allí, en el armario- puntualizó.
-No- dijimos Cora y yo a la vez.
Ella cogió a sus padres y les guió hasta la puerta. Oí cómo le daban normas como darle de comer al perro, limpiar la casa…etc
Una vez que el coche se puso en marcha, abrí la puerta del armario y les dejé salir.
-¡Dios mío, Isi, te has pasado!- exclamó Alex tapándose la boca y la nariz.
Al momento, me llegó el olor a pedo. Isi se rió.
-Tío, estás podrido- le dijo su hermano- ¿qué has tomado, judías?
-Qué asco, se me va a infectar la herida- afirmó Niko- casi me muero ahí dentro.
Me reí con todas las ganas que pude para luego volver otra vez a la soledad de mi habitación.
-Espérame Lia- me dijo Niko- quiero hablar contigo.
Salí deprisa de la habitación y el vino en pos mío cojeando, me metí en el cuarto de baño y le cerré la puerta.
-Sal de ahí o derribo la puerta- me amenazó llamando delicadamente a la puerta.
No pensaba salir hasta que el se fuese.
-Pues ya puedes esperar sentado que no voy a salir- le dije sentándome en la taza del váter.
Oí cómo se sentaba en el suelo, para mi sorpresa.
-Si es lo que deseas…

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