lunes, 28 de marzo de 2011

7º CAPITULO

                                                                                                                         NIKO
Mientras me dirigía a casa de mi tío Toni, presentía que algo, para bien o para mal, iba a cambiar mi vida. Casi lo podía palpar pero me negaba a prestarle atención a ese sexto sentido, por llamarlo de alguna forma.

Una vez allí, salí del coche y salieron al encuentro dos de los muchos guardaespaldas de Toni. Me bajé del coche y les lancé las llaves para que lo aparcaran.
-Buenos días, Niko- me saludó el más gordo de todos- ¿qué tal te está yendo el día?
-Como siempre, Bill, como siempre- le dije quitándome las gafas de aviador Ray-Ban.

Me adentré en la casa, saludando con la cabeza a las numerosas asistentas, de las cuales, las más jóvenes, se sonrojaban al verme y, cuando pensaban que no podría oírlas, se ponías a cuchichear hasta que la más vieja de todas las reprendían.
Estaba acostumbrado desde pequeño a llamar la atención de las mujeres.

-Niko Corlerone- me saludó Toni con los brazos extendidos- mi sobrino preferido, ¿dónde te habías metido?
Toni hizo salir a las asistentas de la sala con un gesto hábil de la mano e hizo cerrar las puertas. Nos quedamos a solas en un enorme y lujoso salón.

-Pues ya sabes, he estado de aquí para allá ocupado- le respondí, sentándome en un acolchado sofá y cogiendo un objeto, mareándolo de aquí para allá- fiestas, universidad, chicas…lo mismo de siempre.
Toni se rió. A penas nos llevábamos diez años y ya estaba casado y con dos hijos pequeños y una bonita esposa.
-Mujeres, ¿eh?- dijo encendiendo un puro y expulsando el humo- ya te cansarás de esa vida y asentarás la cabeza.
Parecía como si me hubiese leído el pensamiento.

-La verdad es que ya me empiezo a aburrir- le confesé depositando el objeto en su sitio y levantándome de mi sitio, inquieto.
Toni se levantó también y me ofreció otro puro. Lo cogí y lo olí.
-Es bueno- dije simplemente.
Lo encendí y me puse a mirar el enorme jardín observando a uno de los jardineros que estaba podando los matorrales.
-¡Pues claro que lo es! Lo he hecho traer exclusivamente desde Cuba.
Toni llenó dos vasos de coñac y me ofreció uno.
-¿Qué te pasa Niko?- me preguntó preocupándose por mí- te veo raro.
Me bebí el vaso de sopetón.
-¿A mí?, nada, ¿por qué?- mentí.
Cogí la botella de coñac y llené el vaso hasta los topes y me lo bebí. Ya iban dos.
-Eh, eh, para el carro- me dijo evitando que cogiera de nuevo la botella- dime lo que te pasa- me ordenó con un tono de voz más duro.
Tras dos vasos repletos de coñac, empezaba a sentir el mareíllo. Me reí tontamente.
-¿A mí?- me señalé y me volví a reír- nada, ¿te he dicho que te quiero, Toni?- le abracé y me separé observando su rostro juvenil.
En ese momento apareció uno de sus hijos, Toni junior. Iba solo. Toni cogió al niño y salió, reprendiendo a la cuidadora que se le había escapado.

Aproveché para beber otro vaso de coñac y salí de la sala en dirección hacia el jardín.
-Eh, Bill- grité al segurata- ¿y mi coche?
-Ahora mismo mando a que te lo traigan.
Me fijé en el jardinero que había estado observando poco antes. Me acerqué hasta él.
-Qué bien cortas los matorrales- dije seriamente pero al momento reí sin querer.
Aprecié que me traían mi coche por el ronroneo de su motor. Me acerqué hasta él y salió otro de los seguratas, el más joven de todos. Este era nuevo pero me había caído bien desde un principio.

-Pero, Pollo, colega- le di unas palmaditas en una de las mejillas- ¿qué es de tu vida?.
Pollo era el típico guardaespaldas que jamás se quitaba las gafas de sol.
-Niko, estás un poco borracho- me dijo observándome- no deberías coger el coche.
-Que vaaa, nooo- dije desternillándome- ¡qué cosas tienes!
Me subí a mi precioso lamborgini y arranqué el motor. Al principio se me caló el coche pero volví a arrancar  y en un momento estaba casi fuera.
-Niko- oí que gritaba Toni- baja del coche. Detenedlo.
Todos se abalanzaron sobre el coche pero los esquivé.

Intentaron cerrarme las puertas de la entrada a la mansión pero pasé justo a tiempo. Una vez fuera, decidí probar el motor en todo su potencial. ¿Por qué no?, me sentía dispuesto a todo. Me encaminé hacia la carretera y empecé a acelerar.

Grité de la emoción y durante un leve segundo solté las manos del volante y puse la música a tope. Los coche se fueron apartando, dejándome paso, e incluso provoqué algún que otro leve accidente a terceros. Entonces, llegó lo inesperado, una curva muy pronunciada. Intenté frenar pero no tuve tiempo suficientey el coche derrapó acercándose demasiado a la pared del tune, lo siguiente que ocurrió me sumió en una oscuridad.

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