domingo, 27 de marzo de 2011

3º CAPITULO

                       
                                                                                                                           CORA
Después de la tarde de chicas que hubo en mi casa, acompañé a Lia hasta la parada de autobús, concretamente el  51, dirección Sol. Me hizo muchísima gracia cómo se dirigió hacia el autobús. Si yo fuese el conductor hubiese acelerado ya que salió como una loca posesa.

De vuelta hacia mi casa, enfrente de la acera en que me encontraba, me dio la sensación de que alguien me estaba observando desde la sombra de un portal. No podía observar su cara, ya que a pesar de estar en la oscuridad, mis ojos no veían con cierta claridad, debido a la miopía. Apresuré el paso y me dirigí directamente hacia mi calle. Como de costumbre, llamé al telefonillo.
    -¿Si?- preguntó mi abuela. De fondo se oían los ladridos de mi perro, Thor.
 Y como siempre, respondí alguna idiotez, a saber, c´est moi, akande mor, buenos días in the morning y, en menor medida, soy yo.

Una vez dentro del portal, le abrían la puerta de la casa a Thor desde el tercero y no bajaba hasta que se le silbaba. Una vez que mi perro me montaba una fiesta, por llamarlo de alguna forma ya que movía el rabo enérgicamente y con sorprendente ilusión, llegué a casa y me esperaba en la puerta de entrada mi abuela. A pesar de su edad, sigue siendo la reina de las cachondas mentales. Mi hermano Juan, un chico de veinticinco años que se caracteriza principalmente por llevar su pelo rapado y sus buenas patillas, se encontraba fumando en la encimera de la cocina, al lado de mi cuarto.

    -¿Qué tal me he portado esta vez con Lidia?- me preguntó dándole una calada al asqueroso cigarro.
Lo primero que me vino a la cabeza fue lo que había ocurrido esa misma tarde. “Después de ver la película y bailar un poco, nos dio por hacer el pavo. En un principio, me vestí de hombre. Eso consistía en ponerme un buen bigote y perilla dibujada con el lápiz de ojos, y además, no podía faltar la corbata. Lidia por su parte se puso más guapa, haciendo de chica. Así, hicimos un video de cachondeo pero claro, le llegó el turno a Lia. ¿Cómo fue la situación?, pues ella con una barba, las cejas de un hombre lobo dibujadas sobre las suyas con lápiz de ojo  y el pelo recogido aparentando el de un chico. Claro, mi hermano llegó y…-solo pensarlo me entra la risa-…pues empezó a llamar a la puerta.
    -Lidia, pídeme perdón- se mofó el llamando a la puerta e intentando abrirla.
Por su puesto yo había puesto el seguro pero Lia se puso tan nerviosa que se pegó de espaldas a la puerta y presionó con los brazos extendidos para que no la abriera. Esta situación fue muy cómica.
    -Yo no salgo así con tu hermano delante- me susurró con cara de terror.
    -Pero si estás muy guapo- me burlé con una sonrisa. En ese momento, seguramente me hubiese dado un guantazo en el brazo pero claro,…estaba muy ocupada intentando que mi hermano no abriese la puerta…con el seguro.
    -Lidia, ¿me vas a pedir perdón o no?- insistió el pesado de mi hermano.
Seguramente que Lia en otras condiciones le hubiese dicho “pero, ¿por qué te tengo que pedir perdón?” pero claro, no era ni el momento ni el lugar.
    -Perdón, perdón- se apresuró a decir observando horrorizada su rostro en el espejo.
No puedo evitar reirme mentalmente cada vez que recuerdo esa situación. Según ella, no sabía que había puesto el seguro así que la situación fue tan graciosa porque entre que intentaba bloquear una puerta con los brazos la cual estaba cerrada con pestillo, que tenía una cara de terror que ni en una película de miedo la interpretan mejor y que su cara era de chiste porque tenía dibujada una barba, un bigote y unas cejas enormes, entre todo es que era para echarse al suelo  de la risa, son situaciones únicas”

De nuevo volví a la situación actual, en el que mi hermano se estaba fumando un cigarro.
    -Pues no- le dije enfadada- te has pasado.
Puso una cara de sorpresa.
    -pero… ¿Por qué?- preguntó haciéndose el sorprendido.
    -Vamos a ver, estábamos los tres descalzos y vas y le dices a ella en concreto, “como huele a queso, ¿no?”- dije imitando su voz.
Se rio a carcajadas.
    -Venga, pero si estaba de broma- comentó apagando el cigarro- no creo que se lo haya tomado en serio.

Me fui sin contestarle, hacia el amplio salón de la tele. No es cuestión de si se lo ha tomado en serio o no porque yo sé de sobra que ella también sabe que es broma, pero es que me fastidia mucho que haga eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario